Manual del estudiante revoltoso

lucha-anarquista

No dejes que te quiten la rabia, el dolor y la esperanza. Ese mundo nuevo que llevas en el corazón, riégalo con agua todos los días, así no esperarás que crezca, sino que lo harás crecer. Si quieres toma una piedra y lánzala; si no, respeta a quien lo hace. Lucha junto a quienes han demostrado solidaridad, no con quienes de sus bocas surgen palabras que huelen a tedio y moda.

Cuando estés descansando de una jornada dura, rompehuesos, recuerda que hay otros haciendo lo que tú, resistiendo y combatiendo, sonriendo siempre contrario al sol, construyendo sobre las cenizas, dispuesto a volver a tenderte la mano para ayudarte a subir un escalón, o dos, o tres o siete o todos los que hagan falta. 

En las noches de frío y hambre, en aquella toma que pareciera solitaria, comparte el pedazo de pan que haz llevado contigo, y la manta pequeña que de tu hogar sacaste adelantándote al cabrón frío de la madrugada. Platica, escucha y propón alternativas, ejerce la crítica pero también la autocrítica.

No dejes que te quiten la rabia, el dolor y el corazón. Recuerda que no eres víctima, ni mártir, ni un soldado; eres una persona que tomó la decisión de salir a luchar, para ganar esa lucha «cueste lo que cueste».

Pero sobre todo, siente con todo el corazón que puedas, con el tuyo, con el de al lado, con la del otro lado. Si no eres capaz de sentir sinceramente el dolor y la rabia, ve a la calle más cercana y observa todo lo que puedas; vuelve cuando hayas sido capaz de sentir el dolor, la rabia y la esperanza.

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