De infiltrados y persecuciones: el discurso de derecha a izquierda

Desde el 1° de dicembre de 2012, durante las manifestaciones por la toma de protesta de Enrique Peña Nieto, la palabra «anarquista» ha sido usada y manipulada de más de mil formas por la derecha y la izquierda, dando como resultado una campaña de satanización de los movimientos e individuos anarquistas.

Para los medios de comunicación de izquierda y derecha, y para los actores políticos que componen, de igual manera, estas dos esferas, los encapuchados que hacen aparición en protestas después del 1° de diciembre, son todos anarquistas, y lo peor: para la derecha son vándalos drogadictos sin nada que hacer, y para los de izquierda, son infiltrados del gobierno que buscan manchar la imagen del movimiento. Ya hemos dicho tantas veces en este espacio que no todo encapuchado es anarquista, y no todo anarquista es encapuchado; sin embargo, parece que, aunque no sólo se dice en este espacio, sino en muchos más, hay alguna barrera que impide al activista, recién graduado de la academia de la buena conducta, comprenderlo. No sólo creen que todo encapuchado es anarquista, sino se comen todo tipo de discursos en los que el anarquista es el enemigo de la sociedad, en lugar de prestar atención al verdadero enemigo que se nos presenta de frente: el Estado.

Durante mucho tiempo, los gobiernos y sus medios de comunicación han buscado criminalizar una ideología que busca la libertad y el apoyo mutuo, que es la anarquía. Desde la descripción y el uso cotidiano de la palabra como «caos, desorden, bullicio» y demás, buscan decirle a la gente que eso que se llama anarquía está mal y nos hace daño, que es impensable algo como eso, por lo que debemos alejarnos de esas ideas y centrarnos en el ambiente democrático que impera en el país. Al mismo tiempo, la persecución por parte del Estado ha sido diversa. Al principio del siglo xx, la propaganda por el hecho de los anarquistas (asalto a bancos para financiar células rebeldes, secuestro de empresarios ricos, políticos, etcétera [prácticas que después las guerrillas urbanas marxistas emplearían también]), caían muy bien al discurso de quienes ejercían el poder: ¿ya ven que son malos? Les quitan a ustedes el dinero, pueden secuestrarlos en cualquier momento, debemos combatirlos como terroristas que son. Pero en su discurso, omitían mencionar que el robo no era al usuario del banco, sino al dueño, y que éste tenía que hacerse cargo de las pérdidas; y que los secuestros se llevaban a cabo a blancos específicos como policías señalados por su brutalidad, por la tortura, a políticos, empresarios que despojaban o explotaban a sus trabajadores, etcétera; no a la población en general. Los gobernantes, siempre evitarán decir una parte de la historia, pues el discurso es el arma más blanda, pero más contundente que ellos tienen: y la sostendrán con las policías, ejércitos, y demás esbirros.

La persecución hacia los anarquistas no sólo existe en México, sino también en todas partes del mundo. En Estados Unidos, a mediados de 2012, el FBI confiscó computadoras para obtener información, así como allanó hogares y detuvo al rededor de 6 personas que, en todo momento, se resistieron a colaborar para «desarticular» bandas anarquistas. En Brasil, en 2013, la Federación Anarquista Gaucha, también fue víctima de allanamientos en el centro social y político Ateneo Batalha da Varzea.En Chile, durante los últimos años, junto con los mapuches, los anarquistas han sido encarcelados y desalojados de las Casas Okupas, que éstos mantienen como centros culturales y sociales en distintos barrios de Santiago. En España, pasa lo mismo en los diferentes Okupas que se encuentran a lo largo y ancho de territorio dominado por la corona. Incluso, en el gobierno del famosísimo Mujica, a inicios de septiembre de 2013, anarquistas denunciaban el arresto de 14 compañeros secuestrados por el Estado en menos de dos semanas. Como éstos, muchos casos más.

Antes del 1° de diciembre, en México, los encapuchados eran manifestantes y punto. Los presos políticos, en el DF, por lo menos, eran presos políticos reconocidos por el gobierno de distrito federal. Después de 2012, los encapuchados pasaron a ser infiltrados o desestabilizadores del orden social y los presos políticos, una suerte de delincuentes peligrosos que hay que canalizar a penales de máxima seguridad y condenas exageradas. Pero, ¿es el Estado quien ejerce los juicios?, veamos:

Como hemos dicho, los gobiernos de derecha y su prensa oficialista desacreditaba estos movimientos al llamarlos violentistas, terroristas, vándalos, e incluso porros (tomemos en cuenta que los verdaderos porros no son nunca detenidos, al contrario, son pagados por el Estado y los colegios para golpear a quienes luchan). Ahora, los medios y gobiernos de izquierda se encargan de perpetuar estos discursos de la derecha, añadiéndole un sustantivo a la lista: infiltrados.

Mientras Fernández Noroña afirma que son los infiltrados quienes generan la violencia para justificar la represión; López Obrador llama a la gente defender la democracia representativa en la que él compite y Carmen Aristegui, señala con ojos de «periodismo crítico», que se asemeja más bien a técnicas policiales de desprestigio, a quienes deciden encapucharse, sean o no anarquistas. La izquierda en México, repite un discurso emanado de quienes ejercen el poder porque, a fin de cuentas, la izquierda también busca ejercerlo, y en muchos casos, ya lo hace. Así es como  desde las distintas trincheras se ha buscado enfatizar el carácter de infiltrado que porta una A en sus ideales, o una capucha que cubre su rostro. Enrique Peña Nieto, hace un par de semanas, en el marco de su viaje a China, habló de la violencia en las manifestaciones; dijo que era indeseable y que la gente necesitaba demostrar su inconformidad en paz y  civilidad. Este discurso es reproducido por los medios de comunicación de manera cínica. Aquellos que aseguran que Televisa y TvAzteca mienten y manipulan, compran caro el discurso que Peña Nieto dio a través de sus medios, y que ahora los medios «progres» o de izquierda, replican. «Paz y civilidad», dicen, ¿qué paz es la que desean mantener? Aquellos que han dedicado esfuerzos sobrehumanos para sentir que no son manipulados por las dos principales televisoras oficiales, caen en el juego y el discurso del Estado sobre cómo deben ser las vías únicas y legales de manifestación, obviando la gran diversidad de pensamiento tan sólo en este territorio ocupado por el Estado mexicano.

Agreguemos al Estado y sus medios, a los actores políticos y medios de izquierda, activistas que han comido el discurso oficial, los grupos que sacan provecho de cada movilización, a los buitres políticos del marxismo o la socialdemocracia. En Xalapa, Veracruz, por lo menos, el colectivo Acero de las Juventudes Comunistas de México ha replicado con éxito el discurso de todos los mencionados ya, agregándole el epíteto de vendido a todos los que no estén de su lado.

La pregunta en este momento es, ¿quiénes son los anarquistas y los encapuchados? ¿Quiénes son la izquierda en este territorio: los que se cubren la cara, los que no, o los que, al no estar de acuerdo con acciones los aprehenden, reprenden y señalan a quienes las realizan?: Los que, sin saberlo, asisten al «Estado de derecho», a la legalidad y a la paz de tensión, a la violencia del Estado y el secuestro político?

¿Quiénes, carajo, estamos siendo?

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