EPN, AMLO y los movimientos

Durante las movilizaciones del 2012, minúsculas a comparación de las que ha habido desde el año pasado, en repudio al, entonces, candidato del Partido Revolucionario Institucional a la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, se dejaban escuchar decenas de consignas diferentes. La idea del movimiento #YoSoy132, que después pereció como se esperaba, era el voto consciente, libre y razonado. No querían que ganara Peña Nieto, ni Vázquez Mota o Quadri, y al hablar de Obrador decían que sólo buscaban ese voto de conciencia, el voto útil, y que no apoyaban al candidato del, en ese momento, Partido de la Revolución Democrática y del Partido del Trabajo. 

El discurso de los detractores del movimiento juvenil nacido en la Universidad Iberoamericana, era claro: el apartidismo no entra en las filas de un movimiento que golpea a todos los candidatos a excepción de uno. Asimismo, el gurú de la izquierda juvenil, Paco Ignacio Taibo II, insistía que no era un movimiento apartidista y en que todos decían por debajo y susurrando que votarían por Andres Manuel López Obrador, que ya era hora de decirlo en voz alta. No vamos a generalizar, había quien creía firmemente en su apartidismo, y buscaba la objetividad, pero en su gran mayoría, se concentraban jóvenes proamlo de closet.

¿A qué quiero ir con esto? Los movimientos sociales, los llamados movimientos de masas, han traído un discurso que parece no entenderse bien, ni siquiera por ellos, ya que están configurándose por medio de coyunturas muy específicas, por lo que el análisis y la reflexión de una realidad más amplia, fuera de las coyunturas, parece relegado o llevado a segundo plano. La simpleza de muchas peticiones (dudo mucho en llamarlo exigencia), como la renuncia de Peña Nieto, exigen una pregunta más profunda que cualquier otra cosa: ¿qué sigue? Las colectas de firmas, las pancartas, la inundación de #RenunciaEPN en su facebook y twitter, piden civilizadamente al presidente que deje su cargo, ¿para qué?, insistimos. Como hemos dicho, las asambleas generadas no hace mucho tiempo, tienen como prioridad situaciones inmediatas, la coyuntura, pero no han tocado los problemas de fondo. La Asamblea Interuniversitaria del D.F., se encuentra en completa solidaridad con Ayotzinapa; la Asamblea General Interfacultades de Xalapa, Veracruz, se solidariza con los normalistas desaparecidos y ataca problemas muy concretos de la realidad xalapeña: transporte público, despilfarre de dinero, violencia de Estado, pero sin poder concretar de manera colectiva un análisis económico, político y social de las razones que llevan a estos tres factores que desgarran a la población veracruzana; entre otros ejemplos más. Y aunque en las asambleas no deban existir como tal estos análisis, debido a que en éstas se retoma el presente y futuro inmediato, es inconcebible que en una asamblea no haya de fondo un trabajo crítico, que se refleje en el accionar de cada asamblea, con su diversidad y todo.

En las calles se escucha el cansancio y la poca confianza hacia la clase política en general, pero los golpes más fuertes («fuerte»… lo que sea que eso signifique para los pacifistas) son únicamente para el Partido Revolucionario Institucional, y pocas veces se toca el problema de los demás partidos. Lo que ha llevado a propuestas nacional de «Hacia un Nuevo Constituyente», «Por la Nueva República», «Por un gobierno obrero, campesino y popular», o simple y sencillamente, el llamado al voto por el nuevo partido político de izquierda: MORENA. Lo anterior nos lleva a defender a ese ente invisible por invención de los dominantes que es la patria; o a defender nuestra libertad bajo el influjo del famoso marco de la ley (a sabiendas que quienes ejercen el poder son quienes se amparan de una u otra forma en esas leyes); a manejarnos con civilidad cortés, o incluso, repudiar con respeto.

Pareciera que no nos damos cuenta que el problema no es Enrique Peña Nieto per , sino de una cosita más antigua, incluso, que el capitalismo y el Estado tal y como lo conocemos: el ejercicio de la autoridad. De nada sirve destituir a un presidente, si la semilla de la autoridad y las estructuras de dominación continúan reproduciéndose todos los días en todos los aspectos de nuestras vidas: la pedagogía autoritaria, la jerarquía en nuestras manzanas, regidores, alcaldes, policías, doblegación económica, machismo, racismo, y un montón de cosas que no se cambian tirando al presidente de la silla. Claro que es un avance destruir el símbolo más grande del poder en un territorio ocupado por la autoridad, como lo es el sujeto que ostenta el cargo de presidente de la república, pero, ¿qué sigue después de ello? Al renunciar Peña Nieto los problemas no se resuelven, aunque su renuncia implicaría un gran paso. Lo que sigue, a nuestro parecer, es la organización autónoma de cada comunidad, barrio, centro de trabajo, de educación, etcétera, para que ningún partido, ni de derechas, ni de izquierda (ni de la derecha izquierda ni de la supuesta izquierda radical que tiene como expresión el marxismo, que sabemos bien que es igual de autoritario que cualquier régimen), ni ningún grupúsculo ni ningún régimen autoritario tome las riendas de la vida de cada quien. Para ello es necesario el análisis crítico, la reflexión de cada sector de la población, reconocer sus contextos, necesidades.

La crítica sin propuesta se queda en el vacío, la acción sin meta es caminar al abismo.Que la libre autodeterminación de los pueblos se haga efectiva, sin rodeos, sin intermediarios, sin congresos constituyentes ni partidos políticos: arranquemos el problema de raíz, no omitamos señalar a los culpables porque sean «menos peor».

En estos momentos críticos de organización y acción, demos riendo suelta a la imaginación, a la participación y reflexión.  

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